Quizás esta situación te pueda resultar familiar. Has tenido una idea de negocio brillante, acabas de encontrar la solución perfecta a un problema, estudias la manera de trasladar ese concepto al mundo real para dar a luz tu propia startup. Una vez te decides y la lanzas, resulta que, contra todo pronóstico, no funciona. No sabes qué pasa, pero lo que aparentaba ser un modelo de negocio interesante, se estanca y no funciona. El mercado lo rechaza porque financieramente es poco rentable.
La respuesta lógica a todo este contratiempo, sería cerrar, pero no es tan fácil. ¿Qué pasa con todo lo puesto en marcha?, ¿qué pasa con los clientes que he conseguido?, ¿qué pasa con el equipo que he construido?, ¿y las deudas? Echar el cerrojo no es tan fácil como se piensa, y es en este punto cuando tu startup se convierte en Zombie. Es decir, una empresa en tierra de nadie, ni muerta ni viva.
Existen dos tipos de startups Zombie:
1. Startup Zombie positiva: No es lo deseado, pero no hace daño. Cuando creamos una startup lo que queremos es que no deje de crecer, que los inversores no dejen de invertir dinero en nosotros en las rondas de financiación. Pero esto no siempre pasa, porque la startup no siempre tiene posibilidad de crecer exponencialmente. No obstante, aunque nuestra empresa no llegue a ser un gigante, podemos vivir de ella: tener clientes, empleados y ser solventes económicamente. En realidad, si lo piensas, es una buena noticia.
2. Startup Zombie negativa: Un quebradero de cabeza, el peor escenario. Son aquellas empresas que quieren y deben cerrar, pero su poca solvencia económica y recursos limitados no se lo permite. No pueden pagar a empleados ni accionistas, no pueden afrontar sus deudas. Se ven avocados a vagar por el mercado en busca de clientes que les permitan tener la liquidez mínima para morir en paz.
Cómo prevenir el síndrome Zombie
Lanzar una startup siempre tendrá un mínimo de riesgo que debemos asumir para poder ganar, pero antes de hacerlo podemos tener en cuenta algunos factores para no salir del todo escaldados.
1. Un estudio de mercado concienzudo. A veces una buena idea no basta. Debemos entender que lo que existe en nuestra cabeza no siempre tiene un hueco en la realidad. Por ello, debemos pensar en cómo puede impactar nuestro modelo de negocio en el mercado, si lo que ofrecemos ya existe de otra forma y si es el momento idóneo para hacerlo.
2. Menos hablar y más accionar. Muchas veces perdemos demasiado tiempo en hablar sobre lo que queremos hacer y sobre las estrategias que queremos seguir. Está bien, pero en su justa medida. Como empresa, debemos trabajar en implementar nuestras soluciones, testear la acogida que tienen y fortalecer sus puntos débiles.
3. Prepararnos para la derrota. Reconocer que el modelo de negocio que proponemos no funciona es difícil. Pero no debemos tener miedo a desechar lo que hemos construido, para crear algo nuevo. De hecho, obcecarnos en algo que no funciona es el peor error que podemos cometer si no queremos acabar siendo Zombies.